Según una investigación, los pulpos son animales capaces de manipular su código genético, como lo haría un auténtico hacker.
¿Te gusta el pulpo a la cazuela y con arroz? Seguro que sí. Posiblemente también habrás oído que durante cientos de años estos octópodos eran considerados tontos, a pesar de su maravillosa capacidad para mimetizarse. Ahora, un estudio publicado en la revista Cell ha revelado pistas asombrosas sobre estos animalitos. Sin duda, lo recordarás la próxima vez que los veas en un plato.
Según una investigación realizada por la Universidad de Tel Aviv, los pulpos cuentan con un poder del cual no se tenían indicios: son capaces de manipular su código genético para adaptarse a los cambios de clima.
Esta autoedición genética, que también la pueden hacer los calamares y las sepias, consiste en recombinar el ácido ribonucleico (ARN), con el fin de mejorar su sistema nervioso. Lo hacen como un hacker: cambiando de posición y sobre la marcha las instrucciones y códigos, en este caso, genéticos.
Maestros de la piratería
Eli Eisenberg, científico de la Universidad de Tel Aviv, indica que, dentro del código genético, el ARN cumple la función de transmitir las órdenes a las células, incluyendo la fabricación de las proteínas. En el caso de los pulpos, tienen la capacidad de intervenir el ARN y piratear la información genética con el propósito de producir las proteínas que les interesan.
Para conseguir esto, cambian de posición algunas de las cuatro letras que componen el idioma de los genes (llamado ACGU).
Cuentan con 9 cerebros
Si las habilidades de los pulpos como hackers te parecen fantásticas, te diremos que hay más. Pueden incrementar su capacidad neuronal, como lo haría un experto en informática al aumentar la memoria de un ordenador. ¿Cómo lo hacen? Repartiendo las células nerviosas en varias partes del cuerpo.
El pulpo cuenta con varios “chips” neuronales distribuidos en el cuerpo y conectados al cerebro. Disponen de un cerebro central y ocho periféricos, siendo sus tentáculos los más asombrosos, pues actúan y toman decisiones de manera autónoma.
Básicamente, “piensan” no solo con la cabeza, sino con todo el cuerpo. Además, tienen buena memoria y recuerdan los rostros de los humanos con los que conviven. Ahora que sabes esto, ¿te seguirá gustando verlos en tu plato?