Los sonámbulos, aquellas personas que en medio de un sueño se levantan de su cama sin haber despertado, han llamado la atención de curiosos e investigadores por igual.
Tanto unos como los otros quieren encontrar una explicación a esta condición, en la que una persona camina, habla, o incluso se pone a realizar actividades mientras aún duerme.
Existen muchos mitos y realidades sobre el sonambulismo. En especial, sobre qué hacer en el caso de estar con una persona que se encuentre en este estado. Después de todo, resulta complicado saber cómo lidiar con la situación, tratándose de alguien que no está consciente.
¿Es buena idea despertarlos o no?
Tanto los mitos como las realidades coinciden en una misma respuesta: no se debe despertar a un sonámbulo. Hay quienes opinan que el impacto puede causar daños cerebrales o psicológicos en la persona, llevarla a un estado vegetativo o causar problemas cardíacos. Otros consideran que despertar a un sonámbulo puede provocar que el individuo, al ver que no se encuentra en su propia cama, pierda la cordura para siempre.
Algunos científicos se han encargado de desmentir estas posibles consecuencias. La verdad es mucho menos alarmante, pero igual de importante. La persona está dormida y se encuentra en la fase de sueño de ondas lentas, lo que quiere decir que no tiene conciencia de lo que sucede a su alrededor, por lo que despertarlos suele ser una tarea complicada.
Si se despierta, la persona se sentirá asustada, confusa y desorientada. Estos síntomas se superan en un período corto de tiempo, al igual que lo hace alguien que despierta por un ruido fuerte mientras duerme en su cama. Sin embargo, puede ocurrir que, al despertar, el sonámbulo reaccione de forma agresiva. De cualquier forma, es un riesgo tanto para quien duerme, como para quien se encarga de despertarlo. Lo ideal es guiarlos tranquilamente de vuelta a la cama.
¿Cuándo es más frecuente?
El sonambulismo es más frecuente en niños que en adultos, especialmente entre los 5 y 12 años. También se considera que se trata de una condición hereditaria. Por eso se recomienda prestar mayor atención a los niños cuyos padres hayan experimentado el sonambulismo alguna vez en sus vidas.