El acné, las arrugas y las “imperfecciones” en el rostro siempre han sido una preocupación de muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia, y los tiempos medievales no fueron una excepción.
La mayoría de las mujeres de ese tiempo pasaban buena parte del día en la cocina, así que, lógicamente, era en este sitio donde encontraban los tratamientos para sus preocupaciones cosméticas:
- La leche cuajada la usaban contra el acné.
- El jugo de pepino lo aplicaban para reducir el color de las pecas.
- Para estirar las arrugas tenían gran fe en la grasa de cocodrilo, la cera de abejas y el aceite de almendras.